EDUCACIÓN ESPIRITUAL:

¡A ver! Somos si nos manifestamos según la piedad y las buenas oraciones.
Si no, no somos.
Eso es lo que creo yo. Cuando alguien duda de mi
pronunciamiento, siempre le digo: no digas lo que eras, di, en cambio, lo que
serás. Aunque en el mundo material hay una actividad continua y nuestra
vida sigue, no podemos durar siempre; cuando miramos detrás de nosotros,
vemos un cartel que dice: “no se vuelve atrás“. Nuestra vida es una ilusión.
Nuestros cuerpos se convertirán en tierra. Si es así, entonces, ¿qué es la
prisa de llegar? ¿Por qué nos afanamos? ¿Por qué todo este esfuerzo? En
otras palabras, ¿por qué nos afanamos empeñados en una maratón
agotadora si ya sabemos cómo terminará?

El hombre camina sobre esta vida, y hoy sobre las redes informáticas que
convierten el mundo en una oficina. ¡Qué necios somos!
El ser humano es la
única criatura que puede hablar, resumir sus ideas, escuchar a los demás y
disfrutar del conocimiento ajeno. El ser humano es la única criatura que
puede gozar de las experiencias previas a través de la lectura y la escritura,
hacer progresos en la ciencia y en la tecnología para adjuntarlas a su
experiencia. ¿Y qué estamos haciendo?

Ahora reflexiono más sobre esto y veo que enfermedades físicas -cuando no
mentales-, discapacidades permanentes y turbulencias sociales que afectan
temporalmente al alma, nos invaden. Y no hay una diferencia espiritual entre
los 20 y los 70 años. He dicho espiritual. La instrucción que ayuda a los seres
humanos a vivir en nuestra pacífica y saludable confort y a conseguir el
equilibrio emocional se llama educación espiritual.
Sin ella, lo que es justo y
lo que es erróneo todavía continúa a nivel global; lo que es justo, es lo
contrario de lo erróneo, es la verdad. Por ello, ¿qué es lo que queda ida la
verdad salvo el error manifiesto?

Ante esto, ¿qué harás tú ? ¿Qué haré yo ?

Y tú me dirás ahora, ¿por qué vienes hoy, Cabrero, a complicarme la
vida? Porque no es complicación, amigo mío, sino reflexión. Y en esto hay
una muy seria diferencia.

José Antonio Fernández Cabrero