LA TEOLOGÍA DEL CUERPO:
Cuando analizo últimamente la situación tan delicada, en lo físico, de mi
mujer, se me ocurre reflexionar sobre lo que ya conocemos como “la teología
del cuerpo”.
Vivimos en una cultura llena de estímulos que nos conduce a volcarnos hacia
el exterior. A través de las experiencias originarias, se desarrolla un tratado
de la interioridad y de la intimidad de la persona. Pero hoy necesitamos
redescubrir esta capacidad de estar solos y de entrar en nosotros mismos
para luego poder entrar en unión con los demás.
El culto al cuerpo que existe hoy -ser joven, sano, guapo, fuerte- es una
especie de desprecio de la persona porque no permite descubrir
precisamente a la persona, y eso está llevando a muchos hombres y mujeres
a vivir una relación con el cuerpo llena de turbulencias, de rechazo. En
cambio, “la teología del cuerpo” enseña que todo cuerpo es hermoso. Yo
amo la fragilidad de María, aunque rezo siempre para que esté fuerte.
Es muy significativo ver que las arrugas del cuerpo de un anciano llevan
impresas la experiencia, las heridas y su donación a los demás; que la
enfermedad y la infertilidad no le quitan belleza al cuerpo.
“La teoría del cuerpo” a mí me ha ayudado a entender el valor de mi cuerpo,
mi vocación al amor y la fecundidad espiritual, y otras nociones que no
estaban bien desarrolladas en mí: la importancia de la dimensión afectiva, la
complementariedad con todos, la propia belleza del cuerpo y de cómo
estamos creados. Esto no lo hubiera conseguido de no haber visto a Maria
sentada permanentemente o acostada, desplazarse con un andador, o verla
un tiempo en silla de ruedas… Hoy ya camina sola.
Creo que la “teología del cuerpo” ha venido para quedarse, y depende de
nosotros saber transmitirlo. Porque “la teología del cuerpo” es la mejor
vacuna para los males que sufre el mundo de hoy: culto al cuerpo, carencia
de vínculos y miedo al compromiso. El cuerpo es expresión de la persona.
No es que yo tenga un cuerpo, sino que yo soy mi cuerpo, y a través de mi
cuerpo se revela quién soy.
Yo, como cristiano, lo tengo cristalino: desde que el Verbo se hizo carne, el
don del cuerpo ha entrado por la puerta grande en la teología; todo lo
relacionado con el cuerpo es objeto teológico, por eso os decía
anteriormente “creo que la teología del cuerpo ha venido para quedarse”, y
depende de nosotros saber transmitir este legado.
José Antonio Fernández Cabrero