POR CAÑADAS OSCURAS:
Está aquí, alta como un chorro de vida que levanta hacia el cielo su nube
verde de esperanza. ¿Quién es? La Fortaleza, como virtud cardinal.
El hombre ha creído con frecuencia que sobre las nubes siempre hay un
Dios que llama y que acoge a cuantos quieren acercarse a Él. Y cree bien,
aunque a veces ese Dios nos parezca que se distrae, como a mí me ocurre
ahora.
¿Y qué hacer entonces? Crecer. Ser. Y ser plenamente, no a medias, tal es
el fin que la naturaleza persigue en nosotros. ¿Quién sabe lo que puede
suceder cuando el mundo deje de ser como nosotros lo pensamos? Cada día
nos enseña a no hacer muchos planes a largo plazo.
Verás: tenemos acceso a la felicidad cuando nos empeñamos en desplegar
el ser que hay en semilla dentro de nosotros. Hay felicidades pasajeras,
fugaces, claridades de fuegos artificiales que alumbran brevemente nuestra
existencia, pero yo sé que tú las conoces… y no te convencen. Tampoco a
mí.
En realidad, ni siquiera nos atrevemos a desear a los otros que sean felices;
nos contentamos con un escueto “que lo pases bien“, “¿cómo estás?”,
desesperanzados de una felicidad duradera, que no existe. Sólo existen
momentos felices.
Además de la esperanza, te recuerdo que las puertas de la felicidad se abren
para fuera, lo dijo Víktor Frankl. Jesús de Nazaret lo había dicho mucho
antes con palabras nacidas desde su propia experiencia: “es mejor dar que
recibir“. Nunca creas que ya estás terminado del todo, ni mucho menos tus
avatares en esta vida; siempre puedes llegar a ser un poco más de lo que
ahora eres, o sufrir un poco más de lo que sufres.
En mi caso, lo observo a diario. Ya os lo he dicho muchas veces: yo soy un
ser imperfecto y tengo esa convicción, y quizás eso me ayuda. Y veo que mi
vida es un proceso que debo completar. ¿Y tú?
Y recuerda: en esta vida, la tuya y la mía, adversidad y dicha no son dos
caminos distintos o diversos, son dos notas de una misma melodía que cada
uno tiene que interpretar al unísono en su propia existencia. Yo lo estoy
experimentando ahora, tristemente. Y tranquilo, ya sabes lo que dice el
Salmo: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo”.
¿Tú te lo crees? Yo sí. Por la cuenta que me trae.
José Antonio Fernández Cabrero