FE Y RAZÓN:
Anoche, en una excelente tertulia, hablábamos en mi casa de que el
cristianismo predica ante todo la venida del Hijo de Dios al mundo, pero que
donde Dios funda una iglesia, el demonio crea una ermita. Que cuando Dios
cierra una puerta, suele abrir una ventana, y que por esos pensamientos iba
hoy el cristianismo, afirmaba yo. Y manifesté que no es fácil comprender a
Jesús de Nazaret.
Él fue un Mensajero de Paz, Amor con mayúsculas y Verdad de la pura. Que
combatió el materialismo abusivo, la soberbia y las ansias insaciables y
desordenadas de poder y riqueza. “Le colgaron de un madero”, sí, por
defender esto. ¿Por qué hoy no cuelgan a nadie?
Alguno por poco me cuelga a mí, pero seguí con mi discurso porque he
releído “Cántico Espiritual” de San Juan de la Cruz, judío converso, carmelita
descalzo y uno de los mayores poetas de cualquier época o país, según dijo
el gran hispanófilo Gerald Brennan. Leedlo, por favor, es de brutal
hermosura, con una altura y finura intelectual, musicalidad y transparencia de
lenguaje difícil de superar. Ya sé que no lo leeréis. No me haréis caso.
En la reunión hubo de todo: ellos, mis amigos, a la razón histórica y yo a la
mística agarrado a San Juan de la Cruz, porque con sólo leerlo veréis que
vio con claridad y alegría la luz divina en la celda triste y oscura de Toledo,
donde sus hermanos de la Orden le tuvieron preso en pleno Siglo de Oro
(“otra vez la Iglesia haciendo amigos”).
¿Fe y razón? Sí, pero el principio, como la eternidad, el tiempo y el espacio,
son conceptos, idealizaciones y realidades que desbordan la inteligencia
humana.
Me dijeron ¿Cabrero, estás seguro de que lo que has echado en el café era
azúcar? Yo no tomo azúcar, les respondí. Tuve que regresar a San Agustín
“Yo no soy nada, yo no soy nadie, pero si me comparo…”. A vosotros os
digo: fe me sobra, os lo juro, pero razón… ¿Qué es la razón? Tiene tantas
aristas… Mirad por ejemplo el congreso de los diputados o un parlamento
autonómico, mirad incluso algunas cosas en Roma…
Y no sigo por hoy “que me cuelgan a mí del madero“ o me mandan a la celda
con Fray Luis de León y San Juan de la Cruz. ¡Qué bendición sería
conversar con ellos un “poquito”! ¡O un “muchito”! ¿No lo creéis así?
José Antonio Fernández Cabrero